"La vida es como un piano: las teclas blancas son la felicidad y las teclas negras son la tristeza. A medida que transcurre la vida, recuerda que las teclas negras también hacen música". Así rezaba uno de los mensajes que fluyen con asiduidad por el muro de Facebook de mi madre. Una de esas frases que suelen ser irrefutables, pero que encaradas desde la máscara del periodista parece una soberana tontería. Para el
juntaletras -y aspirantes-, el blanco representa el vacío. La nada. La no-comunicación. Un temor diario para el que enfila un teclado o un micro: no tener nada que decir.
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Andrés Montes, un revolucionario de las retransmisiones deportivas | Foto: Huffington Post |
Por contra, el negro evoca el correr de la tinta como alma que lleva el viento. La parrafada perfecta en el momento de inspiración más inesperado, un fluir continuo de ideas que es el pan de unos pocos y la satisfacción al final del día de unos cuantos más. Una labor más bonita -y compleja- al calor de las ondas sonoras. Bonita porque da sensación de espontaneidad y compleja por lo que supone tener décimas de segundo para elegir la palabra correcta para hacer llegar al público la integridad del momento. Y en eso, Andrés era único.
Va por ti. Para que salgan más jugones y menos reyes del crudo. Por lo que nos inspiraste y nos sigues inspirando. Y, como no podía ser de otra manera, porque la vida puede ser maravillosa. Gracias por tanto, maestro.
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