En la previa de la PAU uno busca aliados, alguien con quien repartirte la presión. Nosotros optábamos por un buen grito de guerra desde los baños, trabajo de equipo en un desafío individual. Siete desafíos, concretamente, y es que, para más inri, siete son los partidos que necesita nuestra selección para hacerse con el cetro mundialista, y ya habéis podido comprobar que a tres días de la Gran Cita hay bastante mono.
Primer partido: Castellano. Yo me veo reflejado en aquel debut uruguayo, con 0-0 ante Francia. Olvidarme de las etapas de la creación poética de Miguel Hernández fue para mi lo que aquella expulsión de Lodiero a falta de veinte minutos para todo el pueblo charrúa. Mi compañero sale derrotado. Toque de atención en la moral para arrancar el sprint final. Dudas. Ahí es cuando salgo con la historia que, por extravagante, no deja de ser estimulante (sobre todo teniendo en cuenta que algunos llevan vírgenes a los exámenes).
+ ¿Qué tal ha ido?
- Me he dejado la literatura y la sintaxis, así que mal.
+ ¿Sabes cuántos partidos hay que jugar para ser Campeón del Mundo? Los mismos que exámenes tenemos.
- ¿Y qué?
+¿Qué le pasó a España en Durban el día del debut?
- Palmó.
+ Como tú. En la siguiente te salva el churro de Villa. Al final, lo importante es jugar los siete partidos, y tanto Uruguay como España lo hicieron.
- Ya ves.
Tras la manita de ayer, alguno quiso tirar de comparaciones con 2010. Ni punto de comparación el examen de hace cuatro años. En Sudáfrica hiciste todo y te liaste con el comentario de texto. Ayer dejaste el ejercicio en blanco, sin argumentos para conseguir una media decente. Nosotros, pase lo que pase, jugamos los siete partidos. España necesita aprobar la general antes de pasar a la específica, filosofar a martillazos, que diría Nietzsche. Romper con todo antes de que sea tarde y se te pase el Mundial. Y ahí, el nihilismo pasivo que genera la búsqueda de culpables no suele ayudar demasiado.
Foto | Getty Images
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