jueves, 16 de octubre de 2014

Negro sobre blanco

"La vida es como un piano: las teclas blancas son la felicidad y las teclas negras son la tristeza. A medida que transcurre la vida, recuerda que las teclas negras también hacen música". Así rezaba uno de los mensajes que fluyen con asiduidad por el muro de Facebook de mi madre. Una de esas frases que suelen ser irrefutables, pero que encaradas desde la máscara del periodista parece una soberana tontería. Para el juntaletras -y aspirantes-, el blanco representa el vacío. La nada. La no-comunicación. Un temor diario para el que enfila un teclado o un micro: no tener nada que decir.

Andrés Montes, un revolucionario de las retransmisiones deportivas | Foto: Huffington Post
Por contra, el negro evoca el correr de la tinta como alma que lleva el viento. La parrafada perfecta en el momento de inspiración más inesperado, un fluir continuo de ideas que es el pan de unos pocos y la satisfacción al final del día de unos cuantos más. Una labor más bonita -y compleja- al calor de las ondas sonoras. Bonita porque da sensación de espontaneidad y compleja por lo que supone tener décimas de segundo para elegir la palabra correcta para hacer llegar al público la integridad del momento. Y en eso, Andrés era único.



Va por ti. Para que salgan más jugones y menos reyes del crudo. Por lo que nos inspiraste y nos sigues inspirando. Y, como no podía ser de otra manera, porque la vida puede ser maravillosa. Gracias por tanto, maestro.

domingo, 15 de junio de 2014

Crónica de una muerte anunciada

El día después, el del análisis en frío, es probablemente el más duro de todos. El que te da la dimensión, esta vez histórica, de la derrota. Como dijo Piqué en rueda de prensa, "quiero jugar contra Chile mañana u hoy mismo". Al día siguiente le tocó morder el polvo a otra de las semifinalistas de Sudáfrica y la sensación es que todos sabíamos que este día iba a llegar, pero no sabíamos cuando.

El colorido del marcador contrasta con el dolor por una derrota en lo moral y lo deportivo | Foto: Getty Images/FIFA

En la derrota se tiende a imaginar infinitud de variables que pueden haber afectado. Desde el clima hasta el balón, pasando por el césped, el cansancio, las lesiones o que el Tymoschuk de turno ha tocado la copa antes del partido. Y lo cierto es que todos sabemos lo que pasa, pero es doloroso de reconocer. Tabárez, en una decisión totalmente acertada según yo lo veo, ha decidido apostar por el mismo bloque que venía triunfando desde 2009. Que si, que igual Giménez casa mejor con Godín si quieres defender a treinta metros de tu portería, que es cuestionable que Ramírez no haya jugado un solo minuto y que Lodeiro siga acumulando internacionalidades. Que igual esto lo podía desatascar De Arrascaeta o que se debería haber pensado antes en el ahora lesionado Cristóforo.

Todas decisiones circunstanciales que, de haber llevado a la victoria ante Costa Rica, hubieran servido para tapar el sol con un dedo. Hablamos de la segunda selección más veterana del torneo, una generación que ya antes de que arrancara el torneo sabíamos que llegaba hasta aquí. El Maestro ha decidido que este Mundial es para ellos, que se lo han ganado de principio a fin y hay que respetarlo. Por todo lo que le ha dado a la selección -en sus dos etapas-, por apartar a los pacocasales de turno del vestuario, por dirigir el proyecto de cantera más ambicioso de toda Sudamérica. No le hubiera cambiado ni una coma a la convocatoria, porque este hombre sabe lo que hace. Creo que esto debería estar fuera de toda duda. Yo, con Don Óscar, hasta el fin del Mundo, oiga.

No quiero decir con todo esto que estemos eliminados. Ni muchísimo menos. A estos nunca hay que darlos por muertos. Se pudo haber jugado mejor contra los ticos y se puede ganar a Inglaterra e Italia pese al golpe sobre la mesa que dieron ambas selecciones en Manaus. La actuación de ayer es dolorosa por ser la confirmación de que la selección que nos recordó lo que era ganar está tocando a su fin. Porque el partido de ayer recuerda más a el Chengue Morales errando a puerta vacía ante Senegal en 2002 que a aquel dos de julio que nos sirvió para volver a las semis de un Mundial. Las lágrimas del uruguayo medio tras los primeros noventa minutos de Mundial son porque un grupo tan, tan brillante puede ser recordado por días como los de Costa Rica más que por los de Corea del Sur, Ghana, Argentina, Paraguay o Brasil. Porque la derrota duele no por la derrota en si, sino por la sensación de impotencia.

Campbell dilapida las ilusiones celestes | Foto: Getty Images/FIFA
En un grupo que ha mostrado niveles inusitados de unión y amor propio, me cuesta imaginar un escenario en el que estos guerreros vestidos de celeste no salgan de un terreno de juego, independientemente del resultado, como un ejemplo a seguir en todo el Mundo. Costa Rica puso la derrota, también en el terreno moral, como una posibilidad. Donde más duele.

sábado, 14 de junio de 2014

Y al final jugamos los siete partidos

Por uno de aquellos caprichos de la vida, el calendario lectivo de un alumno de segundo de bachiller de la Comunidad Valenciana se ha complementado a las mil maravillas con el calendario de Brasil 2014. Los astros se alienaron para que diera tiempo a acabar el examen de matemáticas, tomarte las cañas correspondientes al final de curso y ponerte con el Brasil - Croacia.

En la previa de la PAU uno busca aliados, alguien con quien repartirte la presión. Nosotros optábamos por un buen grito de guerra desde los baños, trabajo de equipo en un desafío individual. Siete desafíos, concretamente, y es que, para más inri, siete son los partidos que necesita nuestra selección para hacerse con el cetro mundialista, y ya habéis podido comprobar que a tres días de la Gran Cita hay bastante mono.


Primer partido: Castellano. Yo me veo reflejado en aquel debut uruguayo, con 0-0 ante Francia. Olvidarme de las etapas de la creación poética de Miguel Hernández fue para mi lo que aquella expulsión de Lodiero a falta de veinte minutos para todo el pueblo charrúa. Mi compañero sale derrotado. Toque de atención en la moral para arrancar el sprint final. Dudas. Ahí es cuando salgo con la historia que, por extravagante, no deja de ser estimulante (sobre todo teniendo en cuenta que algunos llevan vírgenes a los exámenes).
+ ¿Qué tal ha ido?
- Me he dejado la literatura y la sintaxis, así que mal.
+ ¿Sabes cuántos partidos hay que jugar para ser Campeón del Mundo? Los mismos que exámenes tenemos.
- ¿Y qué?
+¿Qué le pasó a España en Durban el día del debut?
- Palmó.
+ Como tú. En la siguiente te salva el churro de Villa. Al final, lo importante es jugar los siete partidos, y tanto Uruguay como España lo hicieron.
- Ya ves.
Tras la manita de ayer, alguno quiso tirar de comparaciones con 2010. Ni punto de comparación el examen de hace cuatro años. En Sudáfrica hiciste todo y te liaste con el comentario de texto. Ayer dejaste el ejercicio en blanco, sin argumentos para conseguir una media decente. Nosotros, pase lo que pase, jugamos los siete partidos. España necesita aprobar la general antes de pasar a la específica,  filosofar a martillazos, que diría Nietzsche. Romper con todo antes de que sea tarde y se te pase el Mundial. Y ahí, el nihilismo pasivo que genera la búsqueda de culpables no suele ayudar demasiado. 

Foto | Getty Images